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martes, 23 de diciembre de 2008

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Lepidoptera

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A la sombra de una polilla. Allí se encontraba, por sexta hora, quizás. Talvez con el sexto plato de comida del día. Acostada en el piso. Porque una compulsión lleva a la otra y cuando se dio cuenta de que no podía parar de comer se acostó en sobre las losetas. Entonces vio el techo y el animal que de él se aguantaba. Y recordó que algunas de estas no tienen boca, que luego de sólo comer cuando son gusanos, una vez aladas no lo vuelven a hacer. Se transporto a recuerdos y una olvidada obsesión por los insectos que tuvo de pequeña. Y el terror fascinante que le causaban las cosas con muchas patas cuando niña. Pensó también en lo que la polilla pudo haber escuchado antes de quedar, así, de su techo prendada. A lo mejor esta había recorrido las seis habitaciones de la casa y las seis casas de la calle y guardaba los secretos en sus coyunturas. De seguro había pasado por la casa de su amante y del amante de este. Ojala hubiese visto desde el centro del techo algo impropio. Es probable que abriendo la Lepidoptera común encontraría conversaciones atascadas entre sus simples órganos. Aunque este no era un animal común, hasta parecía una Brahmaea hearsyi, imposibles en ese país. La atrapo por un ala. Ala de polilla, frágil se partió en dos. Miró a la polilla mirarle. Regresó al suelo en busca del tenedor que yacía junto a la comida incompleta y comenzó la operación.


Tenía razón. Al quebrar la primera pata encontró seis conversaciones sin importancia que tuvieron lugar en su calle. Si todo eso estaba tan sólo contenido en una coyuntura el animal era más viejo de lo que ella imaginaba. Prosiguió. Más extremidades, más conversaciones y algunos sonidos del mar. Quizás era una polilla de maleta. Con pulso de cirujana hizo el primer corte en el cuerpo, un ex gusano ordinario. No reconocía las palabras, tenían otro toque, otra velocidad y una acentuación tardía. Continuó. El corte había sido a penas superficial, tan superficial como se puede hacer con un tenedor. Regresó al piso y recupero el cuchillo junto a la comida fría. Le lanzó la última mirada a sus ojos negros y realizó un corte a penas un poco más profundo. Palabras, voces en otro idioma. Presionó, cortó y buscó y encontró, nuevamente, aquel acento conocido pero olvidado de su lejana patria. Está vez hundió el cuchillo con la satisfacción de quien encuentra algo que supera todas las expectativa. Saboreo una conversación cualquiera, la tonada y el color viejo que aquello le traía. Entonces escuchó una voz maternal, una canción de cuna y su risa de niña. Soltó el cuchillo espantada. Volvió la cabeza hacía una foto de cuando tenía una incubadora de insectos allá en su hogar. Miro la foto con más atención y vio, en la esquina, un gusano de una Brahmaea hearsyi en la palma de su tierna mano de seis años.

1 comments:

Antigonum Cajan dijo...

Pues me encantan los lepidopteros
y aracnidos entre otros, por su belleza y funcion medioambiental.

Tambien su blog es agradable.

El titulo tambien.

Feliz Navidad, suerte y exito en
sus proyectos!