Tomó
un largo y lento sorbo y el líquido amargo le calentó la boca. Se estremeció
levemente y continuó su búsqueda en el mapa. Pero sólo en las costas. La semana
anterior había buscado cuartos en hoteles lujosos. Cuartos con blancas tinas y
grandes espejos. ¡Oh, existían tantas posibilidades!
La
muerte no era algo que se tomara a la ligera, ella lo pensaba todo muy
bien. Debía morir como vivió. Era entonces cuando se topaba con el gran
problema: aún no sabía como había vivido. Sin embargo eso no significaba que no
tuviera un plan. Miró la lista que adornaba su pared. ¡Ya sólo quedaban
tan pocas cosas que tachar! ¡El momento se acercaba y aún le quedaban tantas
cosas por decidir!
Repasó
la lista unos minutos. Todavía no había publicado. Siempre había querido ver su
nombre en negras letras sobre ese extraño color blanco del papel de periódico.
Estaba decidida. Compraría una hermosa pluma, una caja de papel y comenzaría a
trabajar ese mismo instante.
¡Qué
felicidad hubiese sentido al ver su nombre amanecer en el periódico pocos días
después! En un cuadrado aparte. Con la fecha de su última presentación pública.
En el altar de la iglesia, rodeada de lirios. En la caja la acompañaría una
nueva y hermosa pluma que compró justo antes de sentir el impacto.
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